Cada año, más de 7000 millones de estas cápsulas terminan sin reciclar en la basura. El problema es que, al contener material orgánico en su interior, las cápsulas no se pueden reciclar en la actualidad. Ese material orgánico —los posos del café— les supone un dolor de cabeza a las plantas de reciclaje, ya que no pueden separar de forma efectiva el aluminio de la cápsula.
Además, en 2019 solo se reciclaron el 10 % de las cápsulas comercializadas. Esto significa que más de 6930 millones de cápsulas terminan sin reciclar en vertederos en todo el mundo.
Actualmente, en el mundo existen pocas plantas de reciclaje especializadas y adaptadas para el tratamiento adecuado de estas cápsulas, y su capacidad es limitada. Transportar todas las cápsulas de aluminio usadas desde los diferentes lugares de origen a esas plantas conllevaría costes muy elevados desde el punto de vista tanto económico como de huella de carbono.